martes, 16 de octubre de 2012

Luna del caribe.


La tarde se oscurece de repente, como siempre a estas horas la naturaleza del trópico desata su furia con fuerza. Millones de gotas estallan contra un suelo verde y un mar plateado, las hormigas y mosquitos desaparecen y las luces de los relámpagos incendian un cielo amoratado. Es el momento del día para dejarse refrescar por el olor de la tierra mojada y la brisa que emana la tormenta, hay que resguardase, o no, y ver como el viento azota a las palmeras con fuerza, aunque éstas siempre ganen la batalla.
La calma llega con las primeras estrellas, cuando las nubes se retiran a dormir y dan paso a la luna del Caribe.
Desde que llegamos a Tayrona la luna ha acompañado nuestras noches. Al principio aparece anaranjada como si de una niña tímida que entra en un baile se tratase, muy cerca del horizonte observando un mar que se tiñe también de color de fruta a su paso. Las olas ahora iluminadas por un hilillo de luz de brasas nos acompañan en la cena. Conforme pasan las horas la luna del Caribe se viste de color perla, gana confianza y decide salir a bailar con un mar de purpurina y espuma blanca como la nieve. Las estrellas se apagan, ha llegado la reina del Caribe la que acompaña a nuestro aguardiente en la arena. Las palmeras se iluminan y les pongo nombre, el nombre de mis amigos. Esos que me esperan a miles de kilómetros de aquí.


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