domingo, 12 de agosto de 2012

Belleza inmensa, diáfana, minimalista. El Altiplano Boliviano y el Salar de Uyuni

06.08.2012

Tras disfrutar de los últimos días en Chile, viendo paisajes y atardeceres increíbles, recorriendo las dunas y valles de Atacama en bicicleta y yendo a fiestas clandestinas en medio del desierto custodiadas por el volcán Licancabur con gente de infinitas nacionalidades, llega el momento de emprender la segunda etapa.



Bolivia nos espera tras las altas montañas y volcanes que vemos desde el minibus que nos lleva desde San Pedro, en Chile, hasta Hito Cajón, Bolivia, y punto de partida de nuestra expedición por el inóspito, diáfano, mágico y extremo Altiplano. Aquí en Hito Cajón, sellamos nuestros pasaportes con una nueva estampa.

Desayunamos y cargamos los todoterreno con víveres y mochilas. Nuestro guía, Quinto de origen Quechua, de tez morena y mirada profunda, algo parco en palabras. Nuestras compañeras dos brasileñas, Paula y Tatiana, y dos alemanas, Cris y Lisa.

Una vez todo listo nos adentramos en el que será "nuestra casa" durante 4 días, la alta puna boliviana. Un territorio hostil, ventoso, frío, seco, caluroso y sobretodo, alto. Muy alto. Partimos a 4500m, pasaremos por los 5500m y dormiremos a 4800m en la primera noche. La solución para evitar apunarse o sufrir de Soroche (el conocido mal de altura) mascar hoja de coca, y hacerlo todo lento. Aunque no nos apunamos se siente la altitud, cuesta respirar, duele un poco la cabeza y se siente algo de mareo.

Tanto extremo es también aplicable a su belleza...belleza extrema. La tierra de los indios Quechua es realmente espectcular, vastas llanuras salpicadas por lagunas de colores, si, de colores; Laguna blanca, Laguna Verde, Laguna Colorada y un sin fin más que visitamos en nuestro recorrido. El azul intenso del cielo  recortado por los volcanes y la montañas que llegan a sobrepasar los 6000m de altitud.

Es aquí donde la Pachamama (la Madre Tierra para los Quechua y Aymara) exhibe toda su paleta de colores. Los marrones, ocres y rojizos de las montañas, con el blanco de las cumbres. Las aguas esmeraldas y rojas con los rosas de los flamencos andinos en las lagunas. El azul intenso del cielo, que por la noche despliega toda su luz con la vía láctea. En definitiva unos paisajes surrealistas.




Como colofón la ruta acaba en el Salar de Uyuni, el salar más grande del mundo con sus 12000km2 de desierto salino, creado, según la leyenda indígena a partir de las lágrimas del volcán Tunupa al sorprender a su marido, la montaña Cusco con otra. Lugar único en el mundo donde no se distingue el principio del fin y donde todo brilla con fuerza. Pasear por la Isla Pescado es una experiencia inolvidable donde al admirar esta belleza infinita, te sientes realmente diminuto.




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